Debía de estar poniendo unas caras muy cómicas.
Forzaba la vista (siempre he visto mal de cerca) mientras sacaba la lengua en la cumbre de mi concentración. No acababa de entender qué se suponía que había de interesante en aquella maraña de garabatos incomprensibles que llevaba media hora tratando de descifrar. Y de repente, sucedió. Los garabatos se convirtieron en letras, las letras revelaron sus sonidos. Los sonidos me susurraron una historia, una historia de oro, de barcos, de piratas que se enamoraban de las hijas de gente noble. Vi, a través de ello, el paisaje de una isla; toqué la tierra esponjosa y húmeda del montón que quedó tras enterrar los brillantes doblones, aspiré y me emborraché del olor de la pólvora en medio del mar.
Por fin, había aprendido a leer. Y, la verdad, aquello me gustaba.
Este texto es otro de los microrrelatos que presenté a concurso :)
Bonito microrrelato. Es cortito cortito.
ResponderEliminarUn besote!