Hace un año a estas horas estaba cometiendo una de las mayores locuras que haya hecho en mi puñetera vida.
Una brutal, apoteósica y apocalíptica ida de olla.
Un descerebramiento absoluto.
Vamos, dejando que la razón se fuera de paseo... o corriendo, huyendo de una lapidación inminente.
Y, por lo que parece, en esta vida donde al más sensato le suelen dejar la puerta trasera del tamaño de la de una catedral, a veces, solo a veces, las idas de olla salen bien.
Muy bien.
Casi perfectamente.
No me arrepiento de ello, ni espero, ni creo que pueda hacerlo en mucho tiempo.
Porque a veces, solo a veces, la suerte me sonríe, y parece ser que aquel día la muy cabrona estaba de buen humor.
Veremos a qué círculo del infierno pretendes llevarme, y hacer que me parezca el puto paraíso. Quiero decir, de nuevo.
Gracias por 365 días de locura. Y de paciencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario