Sí, estoy pesada con las recetitas. Pero es que últimamente no hago nada de fimo, ni dibujo, ni escribo; solamente estudio y como, y como para comer hay que cocinar, voy experimentando con recetas nuevas, para no hartarme de comer siempre lo mismo.
A lo que iba. Las pechugas de pollo son lo más versátil que se me ocurre, para comer. Las echas cualquier cosa y cambian completamente, y están buenas.
Ésto se me ocurrió ayer no sé por qué, quizá porque tenía poca cosa en la nevera... pero a ello.
Necesitamos, para dos personas:
- 4 filetes de pechuga de pollo (si fueran 2 abiertos en libro, sería la bomba, pero era lo que había)
- puerro
- paté (yo he usado paté la piara del de toda la vida)
- un huevo
- pan rallado
- sal
- aceite
- palillos finos.
Para empezar, cortamos el puerro finito, en rodajas. Yo utilicé como 1/3 de la parte comestible. Lo echamos a la sartén y lo freímos a fuego medio hasta que esté hecho.
Una vez tenemos el puerro frito, lo echamos en un vaso, y añadimos media lata de paté. Y removemos hasta que nos quede una pasta que huele que alimenta.
Batimos el huevo y echamos una pizca de sal. Además, preparamos el pan rallado.
Echamos sal a las pechugas, y las rellenamos con la pasta. Yo lo hice doblando a la larga los filetes. Después, aseguramos los bordes pinchándolos con palillos (como si cosiéramos), lo pasamos por el huevo batido y el pan rallado, y a la sartén, a fuego medio, porque si no, se nos quemará el empanado por fuera y quedará crudo el pollo por dentro, y eso es un asco.
Y ya está. En vez de con puerro y paté, las podemos rellenar con jamón y queso, con chorizo y queso, a lo mejor con dátiles... yo qué sé. Se me ocurren mil formas, y me está entrando hambre, así que voy a ver si pincho algo.
¡Hasta que nos leamos!
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