Sé que estoy en la cama, rodeada de cojines rojos y azules que combinan con la bandera que tengo en el cabecero. Me he despertado en medio de un sueño, cosa que odio, porque me han cortado mi fantasía a la mitad... qué asco.
Enciendo el portátil, y, mientras carga, me enciendo un pitillo. Toso, como fumadora empedernida. Me gustaba el sueño. Estaba en un trastero, un trastero rarísimo; con un montón de armarios de un color beige que llegaban hasta el techo, y una moqueta naranja chillona de pelo largo, como las alfombras que venden para los baños en cualquier tienda de chinos. Creo que Mery me había mandado recoger algo de allí... porque sé que lo que allí había, al menos en parte, era suyo.
Me había llevado un amigo. Un gran amigo, al que hace meses que no veo, y que tengo muchísimas ganas de ver. Rebuscábamos en un armario y había mojito de Bacardí (no es coña), Cardhú, Baileys, y otras botellas, todas de alcohol pero de las que no recuerdo la marca. Cogíamos una botella, de una bebida dulzona, y nos sentábamos en una cama, con un edredón naranja chillón. La moqueta ahora era granate. Bebíamos, y jugábamos a las cartas, una mezcla de brisca y mus.
Y, de pronto, oíamos pasos. El chaval se acojonaba y se metía en el armario de las botellas, y yo me quedaba fuera. Y, bordeando un armario, aparecieron dos, tres, quizá cinco personas... o algo así. Eran algo más bajitos que yo, estilizados, con unos ojos enormes. Entre ellos (de los que ya apenas recuerdo la imagen) estaba una "chica" morena, pálida de piel, con los ojos negros ocupándole media cara. Llevaba una falda de cuadros rojos, y algo negro. No lo recuerdo bien.
Doy una calada al pitillo y sigo recordando.
Era un poco agresiva. Más bien, amenazante. Se acercó a mí y me preguntó un ¿qué haces aquí? que destilaba veneno. Yo, calmada, la respondí, quería coger unas sábanas (aah! eran sábanas!) de mi amiga Mery. La medio chica medio gnomo se reía. Me dijo que cogiera lo que necesitase, y, que si quería un ordenador, me lo vendía por un euro. Yo sonreí, feliz por la oportunidad; y entonces mi padre ha irrumpido en mi cuarto, despertándome.
¿No es extraño?